Desde hace algunas semanas, he recuperado la antigua costumbre de comprar el diario los domingos. De pequeño, recuerdo con cariño las escenas de mi padre leyendo el Levante de los domingos (único día en que se compraba la prensa en aquel entonces, que el salario no daba para excesos) sentado en la mesa de la salita que teníamos en aquel piso de la calle Moncada de Xàtiva, ciudad en la que pasé los mejores y más felices años de mi infancia.
Sin embargo, en mi edad adulta, me convertí en lector diario de periódicos (gracias a la cooperativa que formamos en el Puesto de Mando de Jesús, comprando un único ejemplar para todos los trabajadores), e incluso, posteriormente, llegue a ser comprador diario de uno o varios periódicos… claro, que mi afán por leer todos y cada uno de ellos me llevó a que acabara acumulando cientos de ellos, de tal forma que acabé llenando completamente uno de esos armarios de resina de 2 x 2 x 1’5 m. Estamos hablando de la primera década del presente siglo…

El objeto de tal acumulación no era únicamente su lectura, sino también la recopilación de artículos de prensa para una colección que comencé en los años 80 del siglo pasado, y que yo denomino los recortables. Y así se llaman dado que la colección consiste en recortar las noticias y pegarlas en hojas adhesivas (de las que sirven para las colecciones de fotos, cuando estas eran analógicas). ¿Cualquier clase de noticia? Pues no todas, pero casi. Sus temas coinciden casi totalmente con los de las páginas de este blog, y hay algún tema más. Dejé de recopilar noticias con fecha 31 de diciembre de 2010, con excepción de las noticias relativas al nudismo, que sigo recogiendo.
Y todo esto viene al caso porque, aunque llevo pocas semanas comprando la edición dominical, en este caso de El País, ya empiezo a acumular de nuevo diarios y revistas por leer. Así que, aunque el artículo que he seleccionado hoy es de la edición del pasado 11 de julio, no sería de extrañar que en un futuro publicara artículos con más solera.
Stefano Mancuso es un neurobiólogo vegetal que expone de forma clara las consecuencias que el cambio climático tiene sobre el mundo vegetal, que supone el 85,5 % de la biomasa de nuestro planeta, y de como el ser humano está actuando como un virus, el más primitivo del planeta (rebate a los que dicen que un aumento de la temperatura global de 2º no es un problema poniendo de ejemplo al ser humano, al que un aumento similar de su temperatura corporal, en general, le invalida). Y como solución, también plantea un cambio en el modelo de las ciudades, exponiendo claramente que seguimos creando ciudades como si estuviéramos en el neolítico…
Si quieres conocer de primera mano sus argumentos, no tienes más que leer el artículo, que aunque yo he leído en su edición impresa, enlazo a su edición digital. Disfruta con su lectura. La entrevista es de Laura Fernández.

Stefano Mancuso: “Nos estamos comportando como un virus. El ser humano es el virus más primitivo del planeta”
El divulgador y neurobiólogo vegetal, que acaba de impartir una charla en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, aboga por ciudades y casas llenas de plantas
A Stefano Mancuso (Catanzaro, 56 años) siempre le fascinó la mimosa pudica, esa planta que, cuando la tocas, se repliega y, de alguna forma, se comunica contigo, aunque su árbol favorito es hoy el naranjo, que encuentra “bellísimo”, y el nogal de Japón, un árbol único en el mundo, sin parientes vivos. Apasionado botánico e investigador, Mancuso es una de las estrellas de la divulgación científica relacionada con las plantas, y el mayor defensor de su inteligencia. Es, de hecho, neurobiólogo vegetal, y sus más de 250 artículos, y sus cinco ensayos, han removido de tal forma los cimientos científicos al respecto, que incluso empieza a hablarse de una neurociencia para las plantas, el verdadero centro de la vida en la Tierra. “Las plantas representan el 85,5% de la biomasa de nuestro planeta. Los animales, apenas un 0,3%. Es urgente que el ser humano deje de estar en el centro”. El científico y profesor de la Universidad de Florencia no cree que exista un futuro en la Tierra que no pase por apartarnos de en medio. En su último libro, La nación de las plantas (Galaxia Gutenberg, 2020), fantasea con la posibilidad de que una de ellas tomase la palabra en la Asamblea de las Naciones Unidas.
PREGUNTA. ¿Y qué nos diría?
RESPUESTA. Sin duda, lo primero que nos diría es: “¿Qué demonios habéis estado haciendo?”. No entendería nada. También: “Os estáis comportando como la más estúpida de las especies que han pisado el planeta”. ¿Qué no pasa nada porque la temperatura del mundo aumente un grado o dos o tres? ¿Qué nos pasa a nosotros cuando pasamos de 36,5 grados a 39,5? ¿No enfermamos? Pues así está el planeta. Nos estamos comportando como un virus. El ser humano es el virus más primitivo del planeta. Nos diría también que deberíamos tomar conciencia. Rendir cuentas. Y quizá también que el problema es que somos demasiado jóvenes.
P. ¿Jóvenes?
R. El ser humano es una especie muy joven. Apenas llevamos 300.000 años en la Tierra. Nos creemos muy listos porque hemos escrito El Quijote y porque podemos debatir sobre temas como este. Pero ¿es esa una muestra de inteligencia? Nos sentimos mejores que las demás especies. ¿Y cuándo es alguien mejor? Cuando tiene un objetivo y lo cumple. ¿Y cuál es el objetivo en la vida? ¡Vivir! La media de vida de una especie cualquiera en el planeta Tierra es de cinco millones de años. Y es impensable que lleguemos a vivir ni siquiera 10.000 años más. ¿No es increíble?
P. ¿No hay forma de detener eso? Habla usted de ciudades con aspecto de selvas, ¿podría ser esa la solución?
R. Podría. Pero antes de nada deberíamos proteger la selva amazónica. Considerarla patrimonio de la humanidad, porque realmente lo es. Y pagar por ella, entre todos. Para que no se talara un solo árbol más. No hagamos como en Europa. Era un bosque enorme y hoy en día no queda ni un árbol. En dos siglos, los talamos todos. Y lo peor es que los arquitectos siguen creyendo que las ciudades ideales, y lo digo con ironía, no son más que cemento. ¿Sabe por qué va a recordarse 2020? No por la pandemia sino porque fue el año en el que ser humano produjo más material sintético que vida. Todo se está acelerando. Seguimos creando ciudades como si estuviéramos en el Neolítico. Entonces tenía sentido, ahora es una locura.
P. ¿A qué se refiere?
R. En el Neolítico, cercaban un territorio para mantenerlo alejado de los peligros de la naturaleza. Animales salvajes, evidentemente. Hoy, cuando esos peligros ya no existen, hacemos lo mismo. Entre el 70% y el 80% de la población mundial vive en ciudades que se construyen al margen de la naturaleza, sin dejarla apenas entrar, como entonces. Y eso que solo representan el 2% del espacio que hay en la Tierra, es decir, que vivimos hacinados. En ellas se consumen el 80% de los recursos disponibles. Y parece que los arquitectos no quieren oír hablar de nada que empañe aún su idea de ciudad. Porque no me estoy refiriendo a que haya avenidas con árboles, o parques, me refiero a que las plantas deberían estar por todas partes, dentro y fuera de las casas.
P. ¿Dentro de las casas también?
R. ¡Por supuesto! ¡En todas partes! No es nada cierto eso de que por la noche te quitan el aire, ¡cualquiera que duerma a tu lado te lo quita 100 veces más! Y todo lo que aportan son ventajas. En Noruega se hizo un experimento. Durante dos años, se llenó de plantas una de las clases de una escuela. Y se analizó el comportamiento e incluso las notas de esa clase, que era casi selvática, y se comparó con una en la que no había ninguna. En la clase con plantas, las notas eran un 30% más altas, se habían puesto un 45% menos enfermos, y la socialización era mucho mejor: ¡no existía el acoso escolar! Si tuviéramos plantas en los colegios, se acabaría el bullying, es muy probable.
P. ¿Y qué postura ve en la política mundial al respecto?
R. Es un desastre. Hacen muchas cumbres. Cumbres de todo tipo. Pero es todo puro teatro. Es hipocresía. En un año, China ha producido tanto cemento como Estados Unidos en un siglo. Pero no es cuestión de culpar a China. Porque China está produciendo para todo el mundo. Europa se lava las manos, diciendo que ella está reduciendo los niveles de todo, pero lo está haciendo porque envía a fabricar sus cosas fuera, sin caer en la cuenta de que estamos en el mismo planeta. ¿No es eso estúpido e hipócrita?
P. El ser humano no tiene la inteligencia cooperativa de las plantas. ¿No ha servido de nada la pandemia entonces?
R. No. Tal vez se haya tomado un poco de conciencia. Pero en dos años nadie se acordará de nada. Lo único que nos distingue del resto de los animales es nuestro cerebro. Es más grande. Y creemos que eso nos hace mejores. Pero como especie, estamos en pañales. Somos como bebés. Si a un bebé le das un martillo, es probable que destruya todo lo que encuentre. Cuando ese bebé crezca, se dará cuenta de que el martillo también sirve para construir. Eso es lo que nos pasa con el cerebro ahora mismo. Que no lo estamos usando como deberíamos.
P. O sea, que es cuestión de tiempo.
R. Sí, pero estamos acabando con él.
Enlace a la noticia en el diario El País: El ser humano es el virus más primitivo del planeta