En los años 1976 y 1977, se emitió en España una serie que fue un antes y un después en la historia televisiva de nuestro país…

La serie fue es muy recordada, sobre todo, porque era de las primeras series en las que aparecía un malo muy malo (para la época, por supuesto, dado que ahora el grado de maldad es tan elevado en las series y las películas actuales que este malvado de entonces ahora sería un ángel de la guarda). Ese personaje no es otro que… Falconetti.

Pero el motivo de haber recordado esta serie ha sido una paralelismo que ha surgido en mi mente cuando he leído un artículo en el suplemento Ideas del diario El País el pasado 15 de agosto, justo el mismo día en que los talibanes entraban en Kabul e instituían el terror entre la población no afín en general, y el apartheid entre las mujeres y niñas en particular. Y el paralelismo viene dado porque, al igual que en la serie los protagonistas son hermanos que acaban distanciados (Rudy Jordache es el hombre rico, que aparenta bondad pero es ruin, y Tom Jordache es un marrullero que acaba demostrando ser el más noble, siendo asesinado por el malvado Falconetti), en estos días también podemos hablar de… País rico, país pobre.
Porque, en efecto, eso es lo que son Arabía Saudita y Afganistan: dos países hermanos, que comparten la misma religión (el islam), incluso la misma facción dentro del islam (ambos países son sunitas). Por ello, es muy curioso comprobar como, ahora, todo el mundo se escandaliza por el hecho de que los talibanes impongan en Afganistan la aplicación estricta de la sharia y que margine a las mujeres de la vida pública. Pero claro, Afganistan es… el país pobre.
Porque en el país rico que es Arabia Saudita ocurre exactamente lo mismo: se aplica estrictamente la sharia, se margina a las mujeres de la vida pública, incluso se asesina en sus consulados a los exiliados que se atreven a criticar al régimen… todavía no he visto puentes aéreos evacuando a nadie del territorio saudí, pero si he visto a muchos jeques árabes atracando sus barcos en Puerto Banús, y a nuestro Rey emérito alardeando de sus amistades en la casa real saudí…

Para saber más, El rey Salman, el saudí más devoto de Marbella, en El País
Y como muestra, el artículo antes mencionado, en el que se explica la situación que está viviendo Samar Badawi por defender eso que el resto de occidentales tanto exigimos en Afganistan… los derechos de la mujer.

La feminista y activista saudí Samar Badawi (Yeda, 40 años) salió de la cárcel el pasado mes de junio después de cumplir una pena de tres años, según confirmó a EL PAÍS un miembro de su familia. Las autoridades de Arabia Saudí mantienen silencio al respecto, al igual que nunca explicaron por qué la condenaron. Badawi fue una de la docena de mujeres detenidas entre mayo y julio de 2018 bajo cuestionadas acusaciones de atentar contra la seguridad nacional. Ella y Nassima al Sada han sido las últimas excarceladas.
Al igual que el resto, Badawi había criticado el sistema de tutela masculina y la prohibición de conducir. Pero su activismo arrancaba de una dura experiencia personal. Ella misma fue víctima de la tutela que la ataba a un padre maltratador y que se negaba a darle permiso para casarse. Tuvo sin embargo el coraje de plantarle cara y poner en evidencia la injusticia de unas leyes anacrónicas. Muchos de los cambios que pedían las detenidas en 2018, como poder conducir, se han hecho realidad desde entonces bajo la batuta del heredero y gobernante de hecho de Arabia Saudí, el príncipe Mohamed Bin Salmán, lo que hace aún más sorprendente la dureza con la que han sido tratadas.
Desde junio de este año, las saudíes mayores de edad, solteras, viudas o divorciadas, pueden vivir por su cuenta sin permiso masculino. No era el caso cuando Badawi se divorció de su primer marido a mediados de la primera década de este siglo. Entonces tuvo que regresar al hogar paterno, donde se enfrentó a los gritos y los golpes de su progenitor, según concluyó una investigación no judicial. Con 27 años y un hijo de siete, buscó refugio en una casa para mujeres maltratadas. El padre la denunció por “desobediencia” no una, sino dos veces y, aunque la primera fue desestimada, en la segunda ocasión un juez ordenó detenerla. En el proceso, Badawi se enamoró de su abogado, Walid Abualkhair, y ante la negativa de su padre a autorizar la boda, optó por demandarle. Cuando acudió a la vista, se le aplicó la orden de detención. Pasó seis meses en la cárcel antes de que un tribunal fallara a su favor y traspasara su tutela a uno de sus tíos, lo que le permitió casarse de nuevo.
El final feliz de su historia personal solo fue el principio de su compromiso con los derechos de la mujer. En 2011, Badawi fue la primera saudí en presentar una demanda pidiendo que las mujeres pudieran votar y ser candidatas en las elecciones municipales convocadas ese año. Su petición fue desestimada, pero en vísperas de los comicios el entonces rey Abdalá anunció que podrían participar a partir de la siguiente convocatoria.
En la misma línea, a principios de 2012 presentó una reclamación contra la Dirección General de Tráfico por rechazar su solicitud de permiso de conducir, siguiendo los pasos dados meses antes por Manal al Sharif en la Provincia Oriental. Al igual que la autora del libro Daring to Drive (Atreverse a conducir, sin publicar en español), Badawi fue muy activa en la campaña contra la prohibición de que las mujeres se pusieran al volante en Arabia Saudí. Todo ello le valió el premio Women of Courage (Mujeres Valientes) que otorga la Secretaría de Estado norteamericana y que recibió de manos de la entonces secretaria, Hillary Clinton, y de la primera dama, Michelle Obama, en marzo de 2012. La alegría por ese reconocimiento iba a durar poco. Antes de que acabe ese año las autoridades detuvieron a su hermano, Raef, un librepensador y bloguero acusado de “insultar al islam”. Terminarían condenándolo a 10 años de cárcel y 10.000 latigazos. Raef había apoyado a Samar en la lucha judicial contra su padre, e incluso la acogió en su casa durante algunos meses. El abogado Abualkhair se ocupó de la defensa de su cuñado hasta que en abril de 2014 también fue detenido y se convirtió en el primer activista juzgado bajo una draconiana nueva ley antiterrorista. Le cayeron 15 años.
Badawi, que acababa de ser madre por segunda vez, lanzó una campaña internacional pidiendo la liberación de ambos. En septiembre habló ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra y viajó a Estados Unidos para reunirse con varios senadores y responsables de grupos de derechos humanos. Sería su último viaje fuera del Reino del Desierto. El 2 de diciembre, cuando intentó volar a Bruselas para asistir a un foro de la UE, descubrió que el Ministerio del Interior le prohibía salir del país. En enero de 2016 fue brevemente detenida por gestionar una cuenta de Twitter que pedía la puesta en libertad de su marido, a pesar de que ambos se habían divorciado por razones personales un par de meses antes. Aun así, ella mantuvo su activismo hasta su nueva detención en 2018.
“Sí, Samar ha sido liberada, pero no sé con qué condiciones”, confirma Ensaf Haidar, la mujer de Raef, desde Canadá, donde está refugiada. Como en el caso de Loujain al Hathloul, la excarcelación no equivale a la libertad. Según la organización de derechos humanos ALQST (Justicia, en árabe), Badawi tiene prohibido trabajar, publicar en las redes sociales o viajar fuera de Arabia Saudí durante los próximos cinco años.
El País: Samar Badawi, la activista saudí que plantó cara a la tutela masculina
Por tanto, ¿que distingue la situación de Arabia Saudita de la de Afganistán? Pues que de Arabia Saudita vemos sus lujos y riquezas, como país rico que es, y de Afganistán solo vemos sus miserias… es el destino de los países pobres.
Pero… nos falta el malvado de esta historia, el Falconetti al que dirigir todas nuestras iras, y ese malvado que espero que la historia ponga en su sitio es… Occidente en general. Por la doble moral de mirar hacia otro lado en el caso de Arabia Saudita y de poner en el punto de mira a Afganistán: en todo caso, ambos países debieran figurar en las portadas de los diarios, de los informativos, siempre de rabiosa actualidad… mientras se sigan produciendo esas flagrantes violaciones de los derechos humanos.
¿Cuanto apostamos que, en escasos quince días, ocurre todo lo contrario?
Sobre el asesinato de Jamal Khashoggi, periodista saudí en el exilio, ver el artículo Arabia Saudita: poder geopolítico, religión y muerte, de Carlos Alberto Patiño Villa, Doctor en Filosofía, profesor titular y Director del Instituto de Estudios Urbanos de la Universidad Nacional de Colombia, publicado en Razón pública.