Los Scouts son esos niños vestidos de gilipollas dirigidos por gilipollas vestidos de niño. Y yo pertenezco al segundo grupo…
Buscando una imagen sobre la frase anterior, he encontrado este blog, que tiene más comentarios con una sola publicación que yo en toda mi historia ¡que envidia! (pulsa sobre la imagen para ver lo que se dice)
Cuando tenía unos doce años, mi hermana trajo a casa un manual de acampada de los juniors, y yo me lo leí de cabo a rabo. Desde que lo leí, me entraron ganas locas de apuntarme con esa gente que se lo pasaba tan bien, de lo que se deducía en el librito. El caso es que en ese momento yo todavía estaba interno y no podía ni imaginarme la posibilidad de ir a esas maravillosas acampadas que parecían tan emocionantes. Así que cuando, ya con 14 añazos y liberado del internado, me decidí a apuntarme a ese grupo de Juniors tan molón, mi hermana me dijo: Eso de los juniors es un rollazo, lo que de verdad está bien son los Scouts…
Aunque digo manual de acampada, al buscar una imagen me he encontrado con esto, que es lo que realmente tenía (fuente)
Así que seguí su consejo, y decidí apuntarme a los Scouts; la única referencia que tenía de los Scouts era de alguna película estadounidense, pero (a pesar de todo) era buena.
La pelicula en español se titula 20 docenas de hijos. La he encontrado a través de la página del Grupo Scout San Cristóbal, de Alboraia.
Pero cuando me puse a buscar (con poco entusiasmo, también es verdad, porque en aquellos años mi prioridad eran los trenes -y las chicas, pero esa es otra historia-) no encontré ningún grupo Scout; así que se quedo el deseo latente, pero tampoco me impedía dormir… de hecho, parte del espíritu aventurero lo cubría con frecuentes excursiones que hacía con mis entonces amigos (memorables las travesías que hacíamos en septiembre de los Puertos de Beceite, que nos llevaban hasta alcanzar un Alcañiz en fiestas; la última vez que fuimos, hasta casi llegamos a participar en una pelea organizada por uno de los chicos que conocimos allí, el calandeta).
Hasta que un buen día, con 17 años cumplidos, escuché un mensaje de un nuevo profesor de mi colegio escolapio (el padre Javier) diciendo que quien estuviera interesado en formar un grupo Scout, que se apuntara. No hace falta decir que me apunté… volando.
Tras estas paredes se desarrollaban nuestras actividades… (imagen de Google maps)
La verdad es que esa decisión me iba a afectar de forma decisiva el resto de mi vida… aunque entonces no lo sabía; me permitió iniciar una verdadera amistad con gente que hasta ese momento, para mí, eran del sector aburrido de la clase, y ahora son una parte imprescindible de mi existencia (ellos tampoco lo sabían, pero también fue una decisión que les cambió su vida: sus futuras mujeres también son Scouts); también me pilló en un momento crucial, dado que los que habían sido hasta ese momento mis amigos de pandilla se habían emparejado todos y me había quedado más solo que la una. Y además, también me ayudó a superar uno de los principales problemas derivados de mi estancia en el internado: el miedo, o mejor dicho, el pavor a las chicas.
Así que se juntaron el hambre con las ganas de comer, y me apunté para crear el grupo Scout. No tengo ni que decir que, a lo largo de los catorce años que estuve en mi grupo, mi evolución fue vertiginosa; me encontré con un verdadero hogar, y con personas que me han ayudado a ser lo que ahora soy. Dentro de los Scouts llegué hasta los más altos niveles de la miseria (es decir, a Presidente de la Asociación, aunque sólo durante 1 año, porque ya me pilló en la época en que estaba más quemado, y necesitaba cambiar de aires y crecer interiormente: fue salirme de la vida Scout activa y empece a estudiar carreras, y sobre todo, encontré a la mujer más maravillosa que se pueda imaginar, y tuve los dos hijos más extraordinarios que se puedan tener).
Pero lo más significativo ha sido que he compartido muchas experiencias con muchas personas, muchas, que me han ayudado con sus gestos, con sus comentarios, con sus silencios, con sus ánimos… todos unidos en esa escuela de ciudadanía que son los Scouts. Por mucho tiempo que pase sin veros, sois inolvidables.
Y como todo no van a ser parabienes, también tengo una queja, dirigida para esos gilipollas vestidos de niño, es decir, a los adultos. Si de verdad creemos en la Hermandad Scout Mundial, no sólo como una frase hecha, sino como algo real, no entiendo como podemos consentir la existencia de dos asociaciones estatales que dicen buscar la misma Ley, la misma Promesa, los mismos valores… No, no lo puedo entender, puesto que contradecimos por la vía de los hechos lo que pregonamos por la vía de las palabras.
Escudos de Scouts de España (fuente) y Movimiento Scout Católico (fuente), en mis tiempos mozos.
Sí, ya sé; la sociedad es plural, y esta división muestra la diversidad de la sociedad que tenemos. Sí, podemos buscar justificación a lo injustificable con cualquier argumento (ex falso sequitur quodlibet, ya decían los romanos). Pero, ¿se justifica que dos niños, Scouts los dos, por pertenecer a diferentes asociaciones, reciban mensajes distintos?
Al menos en la actualidad, los logos son similares, pero las dos asociaciones siguen viviendo una a la espalda de la otra (imágenes obtenidas de la Federación de Escultismo en España)
En fin, de forma similar a lo que ocurre con mi concepto de ciudadanía europea, yo, como Scout, me siento miembro de la Federación de Escultismo en España (y porque no hay una asociación europea, que si no…) y no miembro de ASDE o MSC (y a las dos he pertenecido durante mi vida Scout activa).
Porque, ya se sabe, una vez Scout, siempre Scout.
Mis publicaciones sobre los Scouts las puedes encontrar aquí.
Vale hermano scout,no digas eso de gilipoyas vestidos de niños que eso son tonterias.Lo que tienes que explicar a los demas es como somos los scouts españoles,y que no tenemos nada que ver con los scouts americanos porque no vendemos galletas,ni vamos de camping,ni somos militares,ni somos boys.
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